martes, 20 de diciembre de 2011

Canhoteiro, el Garrincha de la izquierda

Así como el “trinche” Carlovich era uno de los ídolos de Maradona en su juventud, junto con Ricardo Bochini; cuando a Pelé le preguntaban por sus futbolistas admirados de la infancia, no dudaba en señalar a dos: Zizinho, y Canhoteiro. Aunque el primero pasó a la historia grande gracias a su estadía en el Flamengo, y el haber sido uno de los mejores jugadores del Mundial de 1950 en su país, del otro sabemos poco y nada, hasta ahora.

Nacido bajo el nombre de José Ribamar de Oliveira, Canhoteiro llegó al mundo en la ciudad de Coroatá, el 24 de septiembre de 1932, y aunque apenas llegó a medir 1.68 metros de altura, o tal vez a raíz de esta cualidad, y su eje de movimientos cercanos al suelo, se mantuvo durante la mayor parte de su carrera en la posición de extremo izquierdo, destacando por una habilidad descomunal para sacarse rivales de encima. Su apodo lo retrata: “El Garrincha de la Izquierda”.

Nuestro protagonista, no obstante, comenzó su carrera en el conjunto del America de Fortaleza, debutando en Primera División cuando apenas tenía 17 años. A las pocas semanas, fue convocado para formar parte de la “selección local de Ceará”, en una época del fútbol brasileño en la que se estilaba generar combinados autónomos de cada zona geográfica del país.

Hay que destacar además, que según la leyenda, Canhoteiro, que significa “zurdito”, era en realidad diestro de nacimiento. Sin embargo, al chico no le gustaba estudiar, y para que lo hiciera, su padre le ataba su pierna derecha a una tabla, para que de esta forma no pudiera moverse. Cuando se alejaba, el pequeño tomaba el balón y lo desplazaba por las habitaciones de la casa con la pierna libre, su izquierda.

Luego de cinco temporadas en el America, en las que llegó a ser considerado como uno de los futbolistas más influyentes en la historia del club, le llegaron dos transferencias consecutivas en 1954. La primera a Paysandú, donde apenas permaneció unos meses, y la segunda, y mucho más definitiva, al San Pablo, donde alcanzaría el status de ídolo luego de ser pagado en unos 100.000 cruzeiros, la moneda de entonces, para reemplazar a Teixerinha.

La cuestión es que, de todas formas, Canhoteiro aún no era famoso a nivel estadual, y de hecho, pasaba los fines de semana en una banda de música, bastante improvisada, en la que llevaba adelante su sueño de tocar el violón de forma remunerada. En uno de sus encuentros de fin de semana con Paysandú, fue visto por ojeadores del San Pablo que se lo llevaron a la capital, abandonado su trabajo temporal de camionero.

Se dice que a su llegada al conjunto “tricolor”, Turçao, capitán del equipo y uno de los defensores más recios de Brasil, se “ofreció” a probar al recién llegado para ver si estaba apto para la máxima competencia. Los resultados fueron demoledores. Ni una vez el zaguero estuvo cerca de arrebatarle el balón al extremo. “¿Qué le voy a hacer? Es bueno y rápido. Es bueno porque me regatea con la cintura, y es rápido porque ni siquiera me ha dejado pegarle alguna patada. Que lo fichen” afirmó.

Ya al año siguiente de haber llegado al conjunto paulista, Canhoteiro participó, de forma decisiva, en la conquista del “Torneio Jarrito”. En 1957, en el mejor año del equipo por entonces, logró consagrarse también en la “Pequeña Copa del Mundo de Clubes”, en Venezuela, y también en el Campeonato Paulista, formando una letal dupla con el propio Zizinho, dejando en segundo plano al Santos de Pelé, ni más ni menos.

En 1957, de cara al Mundial de Suecia en el que finalmente Brasil se consagraría campeona del mundo por primera vez, Canhoteiro formó parte tres veces de las convocatorias, exactamente en la participación en el Campeonato Sudamericano de Lima, en la Copa “Oswaldo Cruz”, y en una misma gira del “stratch” previa a la competencia en Europa.

Misteriosamente, y a pesar de ser uno de los mayores ídolos brasileños, y contar con la condición de jugar en el estado de San Pablo, donde se desempeñaban casi todos los convocados del entrenador Vicente Feola, Canhoteiro quedó fuera de la lista mundialista, dejando su sitio ni más ni menos que a Mario Zagallo.

Algunos rumores de la prensa apuntaron a su estilo de vida bohemio y su supuesto miedo a volar en avión -algo que había hecho varias veces- como justificativos de una omisión irreparable en su carrera. No sólo eso, nunca volvió a ser convocado para representar a Brasil en un encuentro oficial. Incluso se cuenta que Feola, cuando entrenó al San Pablo en 1956, debió ir a buscarlo varias veces a las discotecas paulistas, a las que Canhoteiro acudía disfrazado.

Por otro lado, y ya en territorio sueco, Feola impuso a los futbolistas una serie de 40 condiciones extremadamente duras para la época, y absurdas en muchos casos. Por ejemplo, usar sombreros, o salir con paraguas, fumar cuando tenían el uniforme de la delegación, y hablar con la prensa fuera de las conferencias programadas. Incluso, fue la única selección en llevar un psicólogo a la cita mundialista. Poco tenía que ver el alegre y desenfadado Canhoteiro con todo ello.

Uno de sus encuentros más emblemáticos, no obstante, se produjo en 1958 contra el propio Santos de Pelé, en el que ambos conjuntos terminaron igualados 2 a 2, con todos los goles convertidos por sus respectivos cracks. Aparte de ello, eran clásicos sus duelos por la banda con el lateral del Corinthians, Idário.

En su paso por el San Pablo, llegó a disputar 415 partidos, en los que convirtió 103 anotaciones, además de las innumerables asistencias que sirvió con su pierna zurda. Incluso, llegó a participar en el encuentro inaugural del estadio Morumbí, en 1960, en un encuentro ante el Sporting Lisboa de Portugal.

No obstante, en 1961 su carrera se vería sacudida cuando, en un choque fortuito con el defensor Homero, también del Corinthians, le produjo una fuerte contusión y lesiones en el cerebro, que le valieron dos cirugías, luego de las cuales le costó muchísimo recobrar el nivel de antaño. Por eso, en 1963, aprovechó una suculenta oferta del fútbol mexicano, y se marchó, para jugar primero en el Deportivo Nacional, y luego en el Toluca; tiempo en el que se unió además a un grupo local de Mariachis.

Tras permanecer tres temporadas en el exterior, decidió regresar a su tierra, para sumarse al Nacional de San Pablo, y posteriormente fue transferido al Saad, del mismo estado. En ese momento, luego de un paso por el conjunto amateur del Araras, decidió que 1968 era un buen año para retirarse, y lo hizo, quedando para siempre en la historia como uno de los grandes ídolos del San Pablo.

Ya alejado del fútbol, sus años como ex deportistas le llevaron progresivamente a caer en la pobreza y los vicios, especialmente el alcohol, motivo por el cual comenzó a tener severos problemas de salud, que finalmente produjeron su deceso en agosto de 1974 a causa de un derrame cerebral, cuando apenas tenía 42 años.

Ya en 2003, el artista local Fagner Zeca Baleiro le dedicó una canción en su honor, que aún hoy es citada cada vez que se hace referencia a esta gloria olvidada del fútbol de los más veces campeones del mundo. Aquel que, cuentan quienes lo vieron jugar, pedía a veces a sus compañeros que no le pasasen el balón, para no tener que humillar más a su marcador.


Fuentes - [Wikipedia - Players Leyends - Forca Tricolor - Arquibancada]
 



3 comentarios:

  1. Al igual que Garrincha, murió en la pobreza y en la enfermedad.
    Saludos

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  2. Es curioso como eso le ha pasado a muchísimos grandes futbolistas brasielños...

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    1. No solo Brasileños, Mexicanos, Guatemaltecos, y no solo latinos ni solo futbolistas ni deportistas, sino tambièn artistas y otros profesionales, y esto es una epidemia a nivel mundial......muchos en su que hacer y/o profesión con mucho trabajo han llegado tan alto que si no asimilaron bien el èxito la caìda es estrepitosa, es a nivel mundial. es frecuente y ademàs triste leer una biografìa de un personaje famoso y que lastimosamente termine asì.

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