Rápidamente marcó un nuevo estilo para su posición, ya que tenía la costumbre de adelantarse de la línea del arco, actuando como una especie de libero, dándole mayor libertad a su defensa. Entonces, para 1947 se ganaría su primera convocatoria para la Selección Nacional, además de su pase al Mateoz Budapest, de la capital.
Para esa época, era más conocido por su apodo de “pantera negra”, ya que solía vestir íntegramente de negro; y durante la temporada 1949/50 jugó para el Teherfuvar, antes de pasar al Budapest Honvéd, donde coincidiría con Puskas y Kocsis en lo que a la postre se convertiría en la base de la histórica Hungría del Mundial de 1954, denominada “los Mighty Magyars”, que ya se había hecho con la Medalla de Oro de los Juegos Olímpicos de 1952, disputados en Helsinki.
Fue justamente ese evento el de su despegue y reconocimiento definitivo a nivel internacional, ya que fue elegido el mejor guardameta de la competencia, además claro, de lograr la medalla de plata junto con sus compañeros. Hasta que en 1956 estallaría la revolución comunista en el país.
Cuando en ese momento la mayoría de los grandes futbolistas optaron por emigrar, Grosics se mantendría en el Honvéd hasta 1957, cuando pasó al Tatabánya Bányász, ya que el ejército no le permitió hacerlo hacia el Torna, club del cual era hincha confeso; y emblema de la derecha opositora.
Luego de eso, se retiraría en 1962, jugando también las Copas Mundiales de 1958 y ese año, aunque claro, sin el mismo éxito de antaño; y lo que es peor, sin poder cumplir el sueño de su juventud de jugar un partido con el Ferencvárosi.
Increíblemente, en 2008, el propio Ferencvárosi anunció su fichaje, con 82 años el portero. En un amistoso ante el Sheffield United de Inglaterra, Grosics se dio el gran gusto de vestir la camiseta de su equipo aunque sea por un minuto. Pocos meses después, su vida estuvo en riesgo, al ser sometido a una delicada operación de pulmón. No obstante, hoy su llama sigue más viva que nunca para los amantes del deporte rey.
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