martes, 29 de marzo de 2011

Leónidas da Silva, el primer crack brasileño

Considerado el primer futbolista brasileño que deslumbró a nivel internacional, este atacante nació en Río de Janeiro el 6 de septiembre de 1913. Comenzó a sobresalir rápidamente por su plasticidad, que a la larga le llevaría a ganarse el nombre de “hombre goma”, y a los 16 años ya era jugador profesional por el Sao Cristóvao.

Tras un corto paso por el Sírio e Libanés, entre 1929 y 1930, llegaría al Bonsucesso, antes de emigrar al fútbol uruguayo, donde se destacaría notablemente- Sin embargo, extrañaba su patria, y el Mundial de 1934 en Italia estaba cerca, motivo por el cual decidió fichar por el Vasco da Gama, de su ciudad.

Con la participación brasileña en la Copa Mundial de ese año, se pensaba en la explosión de Leónidas, pero sus compañeros no estuvieron a la altura, y Brasil quedó eliminado en la Primera Ronda de la competición, aunque el delantero se dio el gusto de anotar el único gol de su combinado en la misma, ante España en Génova. 
Entre 1935 y 1936 jugaría para el Botafogo, y para ese entonces había patentado una técnica que lo haría famoso, la conocida “chilena”, consistente en elevarse en el aire, golpeando el balón hacia la portería de espaldas a la misma, con el pie por encima de la altura de la cabeza; aunque algunos consideran que en realidad sólo perfeccionó una jugada creada por un antecesor: Pretonilho de Brito.

Luego de ese año, sería transferido al Flamengo, donde jugaría seis de los mejores años de su carrera, hasta 1942. No obstante, en esta etapa, su verdadero éxito fue el Mundial de Francia, en 1938, cuando lideró a su selección hasta las Semifinales del torneo.

Cuenta la historia que Ademar Pimenta, entrenador de aquel combinado brasileño, decidió reservar a Leónidas para la Final del Campeonato, seguro de que su equipo podría vencer sin dificultades a Francia. Sin embargo, la dependencia que el equipo tenía sobre el “diamante negro”, era más fuerte de lo que se creía, y los europeos se impusieron 2 a 1.

Esa fue sin dudas la gran frustración de Leónidas en su carrera, aunque en la competencia tuvo oportunidad de dejar su sello. Por ejemplo, por ser el goleador del Mundial, con siete anotaciones, totalizando ocho en esta competencia. Incluso, anotó un gol de chilena durante el transcurso del mismo, pero increíblemente el árbitro lo anuló porque desconocía esa forma de golpear el balón.

El amateurismo del fútbol por aquel entonces también se había hecho presente en una jugada previa a esta. Cuando el 5 de junio se enfrentaron Brasil y Polonia, con victoria de los primeros 6 a 5 en el encuentro con más goles de los Mundiales hasta entonces, Leónidas anotó el segundo gol de su equipo descalzo, algo que el juez no pudo percibir ya que el barro había ensuciado las medias del futbolista.

Tras esta cita internacional, y con una fama ya ganada, especialmente en su país, Leónidas sería transferido al San Pablo, a cuya llegada lo esperaban más de diez mil espectadores; y donde vivió la parte más gloriosa de su carrera. Allí obtuvo los campeonatos locales de 1943, 1945, 1946, 1948 y 1949, siendo uno de los máximos ídolos de la historia del club, donde se retiró al año siguiente a su último título, con 37 años.

Tras su salida del fútbol en activo, una empresa de chocolates quiso homenajearlo lanzando su línea “diamante negro”, como lo llamaban, y el realizó una publicidad que fue muy famosa por la época, aunque no quiso cobrar dinero por ello. Más tarde se convertiría en entrenador y comentarista radiofónico, aunque el alzheimer y la diabates comenzaron a afectar su calidad de vida, matándolo en enero de 2004.

“Era un jugador rigurosamente brasileño. Tenía la fantasía, la infantilidad, la improvisación y la sensualidad de nuestros típicos cracks” lo definiría más tarde el dramaturgo Nélson Rodrígues.



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